miércoles, 29 de octubre de 2014

Noche de Mil Estrellas

"Hay que seguir soñando hasta abolir la falsa frontera entre lo ilusorio y lo tangible, hasta realizarnos y descubrirnos."



El cielo despejado anunciaba una noche clara para la que se convertiría en la última del año.

El joven llegó a su departamento y disfrutó de la comodidad que le brindaba su hogar.

El ocaso estaba próximo y las páginas que pretendía llenar con su poesía estaban vacías. Vacío. Esa era la sensación que lo atormentaba. Desilusionado, dejo su escritorio y se refugió en su biblioteca.

Estantes y estantes llenos de libros viejos,  de portadas gastadas y hojas amarillentas, cicatrices incurables que evidenciaban el paso del tiempo. Una silla baja de madera, un atril, un escritorio.

Sentado en el trono del único lugar en el que se sentía rey dio la vuelta al mundo en 80 días, jugó a la Rayuela, enfrentó a los molinos de viento, luchó contra los Ellos junto a Juan Salvo, retrató a Dorian Grey, fue y no fue.
Allí atravesó 100 años de soledad, encontró la isla del Capitan Flint, navegó con el capitán Nemo en el Nautilus,  atravesó el espejo persiguiendo al conejo blanco. Viajó por el castillo del conde en Transilvania, investigó con el detective de la calle Baker, visitó a Robinson en su isla, presenció la rebelión en la granja, conoció el nombre de la rosa, escapó del señor de las moscas, vio resurgir la Rosa de Paracelso, estuvo a la deriva.

Paso las mil y una noches recostado en su asiento.

Allí entendió que lo esencial es invisible a los ojos.

El fragor de la pirotecnia lo sacó de su encierro.
Se asomó al balcón y fijó su mirada en el cielo.
Sueños fugaces revoloteaban en la oscuridad de la noche. Pero atrás de esos sueños estruendosos y efímeros, reconoció el cielo estrellado y divisó la luna. Una vez más, dejó escapar una sonrisa ante ella.
Consolado, miró su cuaderno aun abierto sobre la mesa y tomó su pluma.

Aun quedaban soles por brillar, paginas por escribir, estrellas por soñar.